domingo, 14 de agosto de 2011

Los valores: la Clave del Desarrollo de una Sociedad.


El nivel de riqueza, desarrollo y felicidad de una sociedad depende intrínsecamente de los valores de dicha sociedad. A menudo se suele pasar por alto este hecho fundamental, y los gobiernos se empeñan en aprobar programas económicos o paquetes de medidas sociales de un tipo u otro que vienen a caer en saco roto y que a la larga no sirven para nada. Esto es así porque el éxito o el fracaso de cualquier ley depende en última instancia de la voluntad de los ciudadanos.
            Si la riqueza, la felicidad y el desarrollo de una población depende directamente de la salud de sus convicciones éticas y de sus valores, no es menos cierto que estos dependen a su vez de la educación que los niños reciben en las familias y en las escuelas, donde aprenden a comportarse, a distinguir lo que está bien de que está mal, lo que es correcto o lo que es inadecuado. Por eso la educación debe de ser el eje fundamental de toda política que quiera sinceramente cambiar el orden de una sociedad para mejorar y progresar hacia mayores niveles de bienestar y felicidad.
            Los valores y los contravalores están en una lucha continua desde la noche de los tiempos. Por un lado el instinto animal egoísta que sólo busca el placer propio y no duda en pisotear a los demás, lo que a veces puede llevar a la propia autodestrucción, y por otro el espíritu del diálogo, la cooperación, la palabra y el entendimiento para llevar a cabo nuevos proyectos bajo la luz de la razón y la firmeza de los hechos.
            Aunque el mundo pueda parecernos caótico, incluso detrás del caos hay unas reglas naturales simples que lo rigen todo, incluso las mentes más complejas, el problema radica en que cada mente humana funciona de una forma diferente y aplica esas reglas básicas desde una perspectiva distinta. En biología el orden, el equilibrio y la armonía que todas las células muestran al seguir unas mismas pautas a la hora de comportarse y reproducirse se traducen en una sola palabra: vida, sin embargo, cuando cada célula se comporta y actúa de forma diferente, cuando las células que componen un tejido actúan individualmente sin orden ni concierto, alterando sus funciones naturales y generando el caos el resultado es una enfermedad que se llama cáncer, y se traduce en muerte. 
Podemos seguir estas mismas pautas y aplicarlas a la sociedad, entendida ésta como el conjunto de individuos que acuerdan una serie de pautas y de reglas comunes a las que podemos definir como normas sociales, las cuales adquieren rango de ley si son respaldadas por el poder político y su incumplimiento lleva parejo un castigo o una condena tangible, como puede ser una multa o la privación de libertad.
            Analicemos brevemente ahora cuáles son algunos de los valores que permiten a una sociedad alcanzar la felicidad.

-Libertad: la libertad como principio básico del ser humano, sin el que es imposible la existencia psíquica plena del individuo, la libertad es la capacidad de pensar, decir, actuar u obrar como se quiera según la propia voluntad sin ser por ello objeto de ningún tipo de castigo. La libertad es indispensable para alcanzar la felicidad. Pero para ejercerla es necesario partir del principio de que la libertad es finita y limitada pues no estamos solos en el mundo, de manera que “mi libertad termina allí donde comienza la libertad de los demás”. Por lo tanto el ejercicio adecuado de la libertad debe ir acompañado de otra virtud: la responsabilidad.
            El contravalor de la libertad es dual, por un lado la Represión o dictadura, esto es cuando un individuo o grupo de individuos socaban por la fuerza nuestra libertad personal y nos obligan a hacer algo que no queremos, nos impiden actuar según nuestro deseo o incluso expresar nuestras ideas o posturas a favor o en contra. Nadie tiene derecho a socavar nuestra propia libertad, pues solo nos pertenece a nosotros mismos. Por otro lado estaría el “Libertinaje” o la anarquía, el abuso consciente de nuestra libertad de manera que invadimos y atacamos la libertad de los otros afectando negativamente con nuestros actos a los demás. No tenemos derecho a entrometernos lo más mínimo en las decisiones o la forma de actuar de los demás, tan solo podemos expresar o defender nuestra opinión públicamente dejando intacta la capacidad de obrar de los demás individuos.

-Responsabilidad: la responsabilidad es la asunción de las consecuencias de los actos propios. Si somos libres para pensar, decir u obrar también debemos ser responsables de los efectos que producen el ejercicio de nuestra libertad. De manera que si somos libres de robar un objeto aún a sabiendas de que cometer ese delito está mal, debemos asumir luego la responsabilidad de lo que hemos hecho y pagar las consecuencias sin quejarnos ni llorar por ello pues tenemos lo que nos merecemos según nuestro comportamiento. Eso es la Justicia, el pago proporcional a cada uno de nuestros actos.
            El contravalor sería la Irresponsabilidad, el actuar sin medir la consecuencia de nuestras acciones tratando de culpar a otros o a algún agente o situación de lo que hemos hecho mal pero nunca a nosotros mismos, es la incapacidad de asumir la culpa o el error. La libertad es un don hermoso y poderoso pero su manejo es complejo, por eso el derecho al voto no se obtiene hasta que se entiende que la persona ha adquirido la madurez necesaria como para opinar y actuar responsablemente a la hora de tomar una decisión tan importante como es elegir al gobierno de la comunidad.

-Tolerancia: la tolerancia es la asunción de la diferencia. La tolerancia es comprender que todos somos diferentes y que por eso no pensamos igual ni tenemos las mismas opiniones, entender que la diferencia aunque en muchos casos no nos guste no es mala si no produce un perjuicio para los demás, debemos tolerar la diferencia siempre que esta afecte al ámbito personal e individual de cada ser humano, siempre por lo tanto que pertenezca a la esfera de su propia libertad. Ya que de afectar a los demás entraría ya en el ámbito de lo público, de lo que es de todos y tendría que someterse a las normas y a las leyes que nos hemos dado entre todos, ese es el límite de la tolerancia, las leyes.
            El contravalor sería la Intolerancia, el querer que todo el mundo actúe, piense y sea igual que nosotros, lo cual es totalmente imposible, porque todos nacemos y evolucionamos de maneras diferentes. La intolerancia lleva a la discriminación, al odio y a la violencia. La intolerancia nace al pensar que unos son mejores que otros por compartir o no unos rasgos físicos (raza, sexo, belleza, habilidad deportiva), culturales (idioma, nacionalidad, nivel de estudios), económicos (sueldo, posesiones, posición social) o ideológicos (religión, ideología política, gustos, aficiones). La intolerancia está en el origen del racismo y la xenofobia. La intolerancia se alimenta de los prejuicios, esto es ideas que se tienen como ciertas sin base científica, por ejemplo: “a todos los andaluces les gusta el flamenco”, o “todos los catalanes son tacaños”.

-Respeto: es la práctica de la tolerancia, es dar el mismo trato a cualquier persona por distinta o diferente que sea en su forma o manera de pensar, hablar o actuar siempre que con ello no interfiera en nuestra propia libertad ni en la libertad de los demás. Respeto no significa compartir, o aceptar la opinión de la otra persona, respeto significa tolerarla, no agredirla, marginarla, ni maltratarla por ser diferente.
            El contravalor del respeto es la Discriminación. Discriminar a alguien significa actuar y comportarnos de forma diferente y ante una misma situación en función del tipo de persona con la que estemos tratando. Por ejemplo si trabajamos en la recepción de un hotel “sonreír y saludar de manera muy educada ofreciendo nuestra ayuda si viene una persona muy bien vestida” o “ignorar o tratar de forma inadecuada a un trabajador que viene a arreglar un ascensor”.

-Compromiso: significa ser consecuente con nuestra forma de pensar y de actuar, con nuestros ideales, con lo que decimos. Compromiso significa cumplir con la palabra dada, darle el valor a la palabra demostrándola con hechos. Compromiso es ser fiel a nosotros mismos y a los demás, el compromiso se traduce en lealtad, seguridad, seriedad, confianza y certeza, que son los pilares fundamentales de toda sociedad. El compromiso dignifica a las personas y conduce la libertad al otorgarle responsabilidad, lógica y coherencia a cada uno de nuestros actos, el compromiso da sentido a nuestras vidas, nos empuja a ser mejores cada día, nos hace felices al sentirnos bien con nosotros mismos cuando somos conscientes de vivir de acuerdo a nuestras propias convicciones, de actuar correctamente conforme a nuestro modo de ser y de pensar, siendo fieles a nuestras ideas y a nuestra palabra, dando seguridad y confianza a los demás, base indispensable para emprender proyectos y viajes que nos aportarán más felicidad y riqueza como personas.
            El contravalor del compromiso es la Arbitrariedad, el azar, la eventualidad, la incertidumbre, la falta de credibilidad en las opiniones, las ideas, y los acuerdos porque estos pueden cambiar de la noche a la mañana con la misma facilidad con la que cambia el viento. Produce la desconfianza en la palabra dada, lo que conlleva a no tomarnos en serio a nada ni a nadie, a no poder confiar en los demás, a no tener certezas ni seguridad en nada ni nadie, ni siquiera en nosotros mismos, a vivir arrojados al viento como huérfanos desahuciados, a no creer en los demás. La arbitrariedad nos lleva a la inacción, a la vagancia, a la holgazanería, a no esforzarnos en nada, a no ser capaces de proyectar nada para el futuro pues no sabemos si mañana tendremos ganas de seguir adelante o no, a no tener iniciativas ni querer emprender ningún proyecto porque no podemos contar con los demás (ni siquiera con nosotros mismos), porque todo depende del humor con el que cada cual se levante cada día. La arbitrariedad nos lleva a ser conformistas con lo que hay, al inmovilismo, a la complacencia, a pensar de que las cosas son como son y que nadie puede cambiarlas. En última instancia la arbitrariedad nos lleva a la inacción, a la impotencia, a la infelicidad, a la depresión por sentir que nada importa, que todo son incógnitas, que somos menos que “nada” en este mundo caótico e irracional, a buscar en las drogas un refugio y unos falsos placeres que nos hagan olvidar nuestras penas y nuestra propia incapacidad, en definitiva la arbitrariedad nos conduce a la autodestrucción individual y colectiva de una sociedad.

-Esfuerzo: significa trabajar por nuestro propio bienestar y por el del conjunto de la sociedad. El esfuerzo no es una competencia salvaje por llegar el primero pisoteando a los demás por el camino, el esfuerzo consiste en sacar lo mejor de nosotros mismos luchando hasta el límite de nuestras posibilidades, mirando al horizonte y no a los lados. El sistema económico actual premia la competencia en lugar del esfuerzo produciendo consecuencias nefastas como el oportunismo, la lucha desleal, el todo vale, la picaresca, etc, alimentando en definitiva a la injusticia. Justicia no lo olvidemos es retribuir a cada cual con lo que le corresponda o lo que se merezca de acuerdo con sus actos, sus logros, o sus faltas, la justicia debe ser por tanto proporcional y equitativa ciñéndose a la valoración de los hechos. La naturaleza en su arbitrariedad ciega dispensa de dones, cualidades y defectos a cada uno de nosotros, pero es el esfuerzo y la capacidad de trabajo personal lo que nos permite avanzar y sacarle partido a nuestras virtudes y limar nuestros defectos para conseguir una posición más acomodada. Una sociedad justa es aquella que da a todos las mismas oportunidades sin tener en cuenta sus diferencias y sin favorecer a unos o a otros. Todas las sociedades se construyen mediante el esfuerzo de sus individuos, y mejoran y avanzan gracias al esfuerzo coordinado, a la cooperación y al trabajo en equipo. Gracias al esfuerzo podemos construir sociedades más justas en las que puedan repararse o mitigarse problemas que vienen desde el mismo nacimiento o son producidos de manera accidental como los enfermos y los discapacitados, o atender las necesidades de los desvalidos y los necesitados. Satisfacemos todas nuestras necesidades materiales mediante el esfuerzo de nuestro trabajo y colaboramos en construir una sociedad en la que cada vez se viva mejor.
            El contravalor del esfuerzo es la Vagancia y el Egoísmo. La vagancia tiende a buscar la felicidad propia sin tener que trabajar ni luchar para conseguirla, el camino fácil que lleva a la delincuencia y más tarde a la marginación y a la cárcel, el oportunismo, el dejarnos engañar por los juegos de azar, u otras alternativas para conseguir dinero fácil como el robo, el engaño, la estafa, la corrupción, la prostitución, el tráfico de drogas, un camino que acabará conduciéndonos a una habitación entre rejas o a vivir como un mendigo. El egoísmo es una perversión del valor del esfuerzo, entendiéndolo como una lucha personal en la que todo vale a la hora de lograr una meta, en la que lo único que importa es el éxito personal sin tener en cuenta las consecuencias que para los demás tengan nuestros actos. El egoísmo lleva a una competitividad enfermiza que divide la sociedad en “ganadores” y “perdedores”, donde la meta no es ser feliz sino tener más dinero. El egoísmo nos lleva a medir a las personas según sus bienes materiales el “tanto tienes tanto vales”, a deshumanizar a las personas y verlas como objetos o como piezas en un gran engranaje productivo, o marionetas que manejamos de acuerdo a nuestros intereses. El egoísmo nos impide pensar en los demás, ni en el medio ambiente, ni en el futuro, lo importante es el ahora, la satisfacción inmediata de cada uno de nuestros deseos alimentados por un consumismo artificial ideado para mantener la maquinaria productiva en marcha. Un egoísmo que siempre necesita más y más, que nunca se siente satisfecho y que por su propia naturaleza niega la felicidad humana y conduce a la autodestrucción del ser humano y del planeta.


-Esperanza: es tener fe, más allá de lo que a veces puedan decirnos los sentidos o las circunstancias, esperanza es escuchar a nuestro corazón, pero la esperanza no es una fe ciega en milagros o fantasías, esperanza es tener fe en nosotros mismos, en nuestros valores, y en nuestras posibilidades, es confiar en los demás, en nuestras creencias, en nuestros ideales, en la lógica, la razón, la ciencia y en el progreso del ser humano. Esperanza es mirar atrás y sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho o del legado que nos han dejado otros para que nos de fuerzas e impulso que nos lleve hacia adelante. Para los creyentes, la esperanza es el puente que tienden los dioses al ser humano.
            El contravalor es el Abatimiento, la derrota, pensar que todo está perdido, aún cuando nos sigamos teniendo a nosotros mismos o una mano amiga a nuestro alrededor, es pensar que todo terminará con nosotros aún cuando muchos continuarán nuestra obra, la desesperanza puede impedirnos el ser felices al hacernos pensar que todo cuanto hagamos no sirve de nada en tanto que somos seres mortales que algún día desapareceremos de la faz de la tierra, ese pensamiento puede minar las ilusiones, los proyectos y las alegrías. El antídoto contra la desesperanza es el amor propio y el amor a los demás, el sentirnos orgullosos de cada una de nuestras realizaciones personales y de cada instante que vivimos, pues si bien la muerte llegará algún día, nadie podrá arrebatarnos lo que ya hayamos vivido, ni uno solo de nuestros logros, ni un ápice de nuestras alegrías.

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